Los que me seguís sabéis que soy una enamorada de Portugal y de su gastronomía. Y por eso mismo no podría dejar de contaros lo maravillosos que son estos pasteles de hojaldre y crema. Receta secreta, casi más secreta que la Coca-Cola, hace que salives sólo con imaginarla cuando ya los conoces. Son originarios de Belem, localidad cerquita de Lisboa, donde encontramos el monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belem, y se cuenta que fue un antiguo monje quien comenzó a fabricarlos y venderlos al ser cerrados los monasterios y conventos del país en 1820 después de la revolución liberal de ese año. Pocos años después, en 1837, se crea la fábrica de los Pastéis de Belem, que es la que está funcionando hasta hoy. Los únicos, los verdaderos pastéis, son los que encontraréis en la Rua de Belem nº84. Los demás son Pastéis de Nata y, aunque se les parezcan mucho, os prometo que nada tienen que ver con el sabor y la textura del hojaldre que tienen los originales.
Dicho esto yo os comparto mi versión, mi receta mejorada que bajo el punto de vista de mi familia se asemejan completamente a esos fantásticos pasteles que tenemos atesorados en la memoria...